jueves, 10 de junio de 2021

DIMES Y DIRETES. "SER MÁS CHULO QUE UN OCHO" "MATAR EL GUSANILLO" "SER HARINA DE OTRO COSTAL"

 



"Ser más chulo que un ocho"

Es otra de las muchas expresiones que se siguen utilizando de manera habitual y que se originó en Madrid. 

La utilizamos cuando queremos destacar la altanería o prepotencia de una persona pero ¿os habíais detenido a buscar alguna lógica a esta frase? ¿En qué radica su significado?

Para entender el verdadero significado de esta expresión hay que trasladarse a aquella ciudad atravesada, tiempo atrás, por tranvías. Es entonces cuando resulta obligado mencionar a la línea número ocho, que recorría Madrid, desde la Puerta del Sol hasta la ermita de San Antonio de la Florida. 

En su agradable itinerario pasaba por algunos puntos icónicos como la calle Preciados, la plaza de Santo Domingo, la calle de Leganitos o los paseos de San Marcial y San Antonio de la Florida.

Lo realmente interesante es que esta línea era la que utilizaban los típicos castizos y chulapas para ir al parque de La Bombilla y, sobre todo, cada 15 de mayo, en la festividad de San Isidro para visitar la ermita del Santo y la pradera del mismo nombre. 

En esta señalada fecha los tranvías se llenaban de madrileños vestidos con su traje típico (clavel en la solapa incluido) y lo mismo pasaba con las mujeres, todas bien dispuestas con sus inconfundibles mantones. Una escena de lo más genuina. Un verdadero bodegón castizo en movimiento.

Las personas que vivían por la zona del Manzanares y veían pasar estos “números ocho” repletos de chulos y chulas fueron los primeros en acuñar la expresión. Con cierto humor e ironía enfatizaban el hecho de que no podía existir algo con más chulería que un tranvía repleto de chulapos. Por eso, nada en el mundo más chulo que un ocho.

Una frase que pronto dejó de ser exclusiva de Madrid y que desde hace mucho tiempo ya se puede escuchar en cualquier lugar de España sin que a nadie le sorprenda.


"Matar el gusanillo"

La frase tiene su origen en la creencia mantenida hasta finales del siglo XIX, de que la saliva del ser humano en ayunas tenía un parásito que la convertía en mortal, y que éste desaparecía una vez que se ingería alimento, pues lo arrastraba hasta el estómago. Por ello el pueblo llano tomó la costumbre de tomar una copa de aguardiente en ayunas para matar el gusanillo.

Matar el gusanillo hoy en día es tomar un poco de comida o algo ligero cuando se tiene algo de hambre, a media mañana, por la tarde… 

Ya sabéis que aquí en España tenemos un horario muy diferente de comidas que el resto de Europa y es que, como podréis comprender, desde que comemos a las 2 del mediodía hasta que cenamos a las 10 de la noche pasan 8 horas y claro, a media tarde, nos entra un poquillo de hambre, y empiezas a notar un cosquilleo en el estómago, como si tuvieras una mariposa o un gusanito en el estómago y la única manera de terminar con ese cosquilleo es comer algo para poder aguantar sin desmayarnos hasta la hora de la cena.

Pues bien, la acción de terminar con ese cosquilleo es lo que denominamos “matar el gusanillo” así que, os invito a que la próxima vez que alguno de vuestros compañeros españoles utilice esa expresión, en lugar de intentar evitarle, le acompañéis a disfrutar de unas buenas tapas o algo dulce para alegraros el día.


“Ser harina de otro costal”




Significado: Ser [una cosa o persona] completamente distinta de otra y no poder compararse.
Por ejemplo «que se queden a comer me parece muy bien, pero lo de quedarse a dormir ya es harina de otro costal»

La locución procede del tiempo en el que existían los molinos colectivos y que eran compartidos por varias personas y al que cada una llevaba su propia cosecha de cereales para moler y hacer las diferentes harinas (de trigo, centeno, maíz, cebada…).

Cada una de esas harinas tenía unas especificaciones diferentes, además de distintas calidades. Por ejemplo la mejor harina era la obtenida del trigo y la peor la de centeno; que además de dar una harina oscura de la que se obtenía el pan negro, muchas eran las ocasiones que dicho cereal estaba dañado por un hongo llamado ‘cornezuelo’ y cuya ingesta producía, entre otros efectos, alucinaciones.

Los diferentes cereales eran molidos por turno y tras obtener la harina se depositaban en diferentes sacos, los cuales eran llamados ‘costal’ (nombre que se le daba porque, una vez lleno, se llevaba apoyado en un costado).

Cada saco tenía su propia harina, así que cuando alguien quería mezclar harinas de diferentes calidades era advertido que aquella era ‘harina de otro costal’.

Eso también podía ocurrir, hacia la misma época, en los hornos colectivos (conocidos como ‘horno de poya’) y que también eran compartidos entre varias personas para cocer la masa del pan. Siempre había quien realizaba el pan con la mezcla de varias harinas (con el fin de abaratar costes), momento en el que se le podía indicar la mencionada expresión.


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