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viernes, 26 de febrero de 2021
A COCINAR: TÉCNICAS CULINARIAS
La fritura es un método de cocción que ofrece unos resultados de lo más sabrosos y suelen gustar a todos, genera una superficie dorada y crujiente, y mantiene el interior del producto jugoso. Esto se debe a que el alimento se sumerge en una materia grasa caliente, a una temperatura superior a la que cocina el agua, lo que hace que también sea un método de cocción más rápido. Pero es uno de los métodos de cocción menos saludable, por ello, se deben limitar las veces que se comen fritos, eligiendo para el día a día cocciones saludables como la cocina a la plancha, al vapor, al horno…
Normalmente se alude a la parte negativa de los fritos al exceso de grasas y, en consecuencia, de calorías, pero este sólo es uno de los perjuicios de las frituras, otros son peores, y es que la grasa en la que se sumergen los alimentos para freír, normalmente aceite de oliva en sus distintas versiones y aceite de girasol, sufre transformaciones que no sólo hacen que pierdan sus propiedades beneficiosas (en el caso del AOVE), también se reducen las grasas insaturadas, aumentan las saturadas y las grasas trans, sin obviar el tema de la acrilamida.
Consumir fritos de vez en cuando no es ningún problema, pero lo ideal es saber hacer buenas frituras, controlando las temperaturas para que el aceite se degrade lo mínimo, a la vez que se consigue que los alimentos que se cocinan no queden grasientos. Así que vamos a ver algunos consejos para freír y obtener fritos crujientes y sin exceso de grasas, para ello, tomamos nota de la información que facilita la Fundación Alícia, (Ali-mentación y cien-Cia), el centro referente de investigación culinaria, a través de la web Faros del Hospital Sant Joan de Déu.
5 reglas básicas para hacer una buena fritura.
1. Calentar el aceite de oliva virgen o virgen extra sin que llegue a humear, sea en una sartén o en una freidora.
2. Preparar el alimento que se va a freír, condimentarlo y rebozarlo al gusto (huevo y pan rallado, harina y huevo, sólo harina…). Si esto se puede hacer con un poco de tiempo para después enfriar en la nevera, se conseguirá mayor contraste de temperatura a la hora de freír.
3. Sumergir el alimento completamente en el aceite caliente, se puede saber si la temperatura es adecuada introduciendo un trocito de alimento en el aceite, si tarda menos de tres segundos en subir a la superficie, es que está preparado.
4. Cuando empiece a disminuir el burbujeo alrededor del alimento y éste tenga un color dorado suave, ya se puede retirar.
5. Retirar el alimento frito con ayuda de una espumadera para escurrirlo bien, y posarlo sobre papel de cocina absorbente para eliminar el exceso de grasa. Si es necesario, condimentar.
jueves, 25 de febrero de 2021
CORO CON OLIVER. EL PENTAGRAMA Y LAS CLAVES. LENGUAJE MUSICAL BÁSICO
PASEA TU CIUDAD. VIA VERDE DEL TAJUÑA 1ª PARTE. DE ARGANDA DEL REY A MORATA DE TAJUÑA
MANUALIDADES CON ROSARIO. CAJAS DE CHOCOLATES.
miércoles, 24 de febrero de 2021
SOMOS CURIOSOS: CURIOSIDADES GASTRONÓMICAS MADRILEÑAS
Curiosidades gastronómicas madrileñas ¡ANDA Y QUE TE DEN MORCILLAS!
por Antonio Balduque ÁlvarezMuy temprano se levantaban los madrileños para cumplir con el ritual del desayuno. Hasta la mitad del siglo XVII la primera comida del día se componía para la mayoría de los ciudadanos de pan, vino, aguardiente, letuario y torreznos asados, productos que los más pudientes compraban y tomaban en casa, algunos preferían degustarlos en los figones o bodegones, pero la mayoría solía acudir a unos puestos ambulantes de comida y bebida que en Madrid eran conocidos como los “bodegones de puntapié”. Estos puestos se instalaban en las esquinas de las calles más transitadas y tenían el sobrenombre de “puntapié” porque podían desmontarse de un patadón si descubrían las justicias que allí se vendía algo prohibido.
Al madrileño lo que le encantaba era hacer dos desayunos. El primero, que se realizaba muy temprano para quitar el frío y templar el estómago vacío, consistía en unas copitas de aguardiente y unos trozos de letuario, naranja amarga cocida en miel y agua azucarada. Este desayuno, como el actual del currito de copa y carajillo, sólo era apto para estómagos entrenados porque si el aguardiente ya era una bomba, la naranja amarga era como la gasolina. Para los que habían superado esta dura prueba, el segundo desayuno consistía en pan con torreznos asados. La tradición madrileña de tomarse un “pelotazo mañanero” estaba muy extendida desde hacía siglos porque se creía firmemente que si se quería tener salud no se debía estar en ayunas porque en el estómago vivía el “gusanillo del hambre” que cuando necesitaba comer mordisqueaba el interior del cuerpo provocando una especie de cosquilleo estomacal. La única manera de adormecer al juguetón gusanito era bebiendo un copazo de aguardiente o dándole algo de alimento para entretenerlo, de ahí que haya llegado hasta nuestros días la expresión “matar el gusanillo” con el sentido de engañar al hambre tomando algo.
A la hora de la comida el cocido era plato habitual, pero los menos afortunados económicamente que no podían permitirse comer un plato de garbanzos tenían que conformarse con nutrirse de la pacotilla en los bodegones de puntapié, siendo la pacotilla el alimento escaso y de poco valor que se vendía en el mercado de la Plaza Mayor y alrededores. En tiempos de la colonización americana se llamaba pacotilla al fardo que se permitía transportar a los marineros sin pagar impuestos y que solía contener abalorios y chucherías para vender a los nativos y así sacar un sobresueldo. Por ser una menudencia lo que se autorizaba a llevar al otro continente para intercambiar o vender, por extensión se llamó de pacotilla a todo lo que se podía comprar escaso y de poco valor. Por el contrario, en los bodegones de puntapié sí que se podía comer con más abundancia, vendiéndose sobre todo buñuelos o pasteles, no siendo los pasteles dulces suculentos, sino algo parecido a las actuales empanadas porque estaban rellenos de carne picada. Como los medios para conservar los alimentos eran nulos, los pasteleros, para disimular el hedor de la carne, solían rociar las empanadas con abundante pimienta, de ahí que haya llegado hasta nosotros la expresión “descubrir el pastel” en el sentido de revelar un engaño. La costumbre de ocultar el sabor y el olor de la carne en mal estado era muy antigua, usándose preferentemente la mostaza, aunque los soldados que eran más finos, gustaban usar la pólvora.
Otro de los alimentos preferidos por los madrileños era la morcilla, tanto por ser muy nutritiva como para demostrar a los vecinos que se era buen cristiano, y aunque gustaba, a nadie le agradaba que le dijeran: “Anda y que te den morcillas”, porque en verdad con esa expresión lo que se estaba deseando era que el interlocutor muriera como un perro callejero. El procedimiento que se usaba en Madrid para acabar con lo perros rabiosos era utilizar nuez vómica, veneno que hasta hace muy poco se podía comprar en las droguerías con el nombre de Almendilla. Una vez reducida a polvo, esta sustancia se mezclaba con carne picada creando una masa con la que se rellenaban las morcillas que eran dejadas en las zonas donde había animales rabiosos para que las comieran y murieran. El método de dar morcilla continuó en Madrid hasta 1891, año en que aparecieron los primeros laceros encargados de aprisionar mediante un lazo a los perros vagabundos. Pero la historia de la morcilla también nos va a proporcionar otra suculenta anécdota culinaria. ¿Quién no ha dicho en algún momento…esto es un bodrio? Pues el bodrio era una simple morcilla de sangre de cerdo con cebolla, aunque con el tiempo también se llamó bodrio a la sopa hecha con los restos de días anteriores y sabor repugnante que se daba a los mendigos en las porterías de algunos conventos como obra de caridad.
FISIOTERAPIA PREVENTIVA. SESIÓN 5. EJERCICIOS DE CUELLO.
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GIMNASIA CON ELISAVETA. ENTRENAMIENTO EN CIRCUITO Y HÁBITOS SALUDABLES EN LAS TAREAS DOMÉSTICAS
martes, 23 de febrero de 2021
CUIDA TUS PLANTAS: Consejos básicos para cuidar tus plantas de interior.
Falta de luz
La ausencia de luz suficiente es una de las razones más habituales por las que una planta de interior te mostrará su “peor cara”.
No todas aceptan esta situación de la misma manera; es justo decir que las hay con requerimientos más escasos (aspidistra, filodendro, bambú de la suerte, bromelias, helechos…). Pero como norma general las plantas de interior han de colocarse cerca de una ventana, balcón, vidriera o galería; con luminosidad suficiente para poder realizar su función más vital: la fotosíntesis.
Si no fuera así, y mientras les quede energía, las plantas buscarán la luz desesperadamente; alargando sus tallos de forma anormal y produciendo hojas de mayor calibre. Pero este mecanismo no siempre las librará de su contratiempo, y de inmediato podrías ver síntomas más graves.
Puedes corregir su ubicación antes de que las hojas se tornen amarillas o empiecen a caer. Como te he dicho antes, colócalas en un lugar bien iluminado: cerca de una ventana o donde sea que haya más luz. Solo debes evitar que ésta incida directa sobre las plantas, es primordial.
Los rayos del sol no deben tocar nunca las hojas o se quemarán. Éste es otro error frecuente que debes tener en cuenta.
Exceso de agua
¿Cada cuánto regar las macetas? Las plantas de interior, al tenerlas dentro de casa, necesitan un riego menos frecuente.
Estamos acostumbrados a hidratar en abundancia las plantas del jardín o la terraza cuando llega el verano, para después reducir de forma notable la frecuencia al acercarse el invierno. Debe ser así, es lo correcto, por efecto de la intemperie. Pero las plantas de interior se encuentran más protegidas y no acusan tanto las estaciones.
No quiero decir que no tengas que aumentar la dosis de agua en la época de más calor. Deberás hacerlo, es evidente, pero en menor medida de lo que se esperaría en una planta de exterior.
Si no estas convencido de cuándo hacerlo, comprobar la tierra valorando su humedad, siempre aclarará tus dudas. No riegues si aún no es necesario.
Asegurarte el riego adecuado se hace imprescindible con ciertas especies nada tolerantes a la pudrición (cheflera, coleo, filodendro, orquídea y otras).
Para ayudarte, en estos casos escoge macetas cerámicas o de otro material transpirable, así como un sustrato ligero y bien aireado.
El exceso de agua es la mayor causa de mortalidad en las plantas
Puedes regar por arriba, de la manera tradicional, procurando siempre no mojar más que la tierra. Hay plantas muy sensibles a los hongos y a las pudriciones del cuello.
Las orquídeas son un claro ejemplo de ello, también el coleo o cretona. Para éstas puedes optar por hidratarlas desde abajo; sumergiendo parcialmente las macetas, así absorberán sin riesgo el agua.
Ten siempre la precaución de comprobar el buen drenaje de los recipientes. Los agujeros obstruidos quizás sean un “homicidio involuntario”, pero no te eximirán del triste desenlace.
Los típicos platitos bajo los tiestos, repletos del agua sobrante, son otro clásico de mortandad; vacíalos después de haber cumplido su función.
También puedes llenarlos con grava o piedrecitas, para que el agua no esté en contacto directo con la maceta. Esto es incluso aconsejable en algunas circunstancias: con ambientes muy secos (por culpa de la calefacción) o con las plantas más sensibles.
Falta de humedad ambiental
El anterior consejo es muy apropiado para ciertas plantas de interior (crotón, espatifilo, costilla de Adán o tronco del Brasil, por ejemplo). Las plantas adoptadas en nuestras casas son especies en su mayoría tropicales, que gustan de un alto índice de humedad.
Es evidente que las condiciones en una vivienda distan mucho de simular el trópico, pudiendo las plantas aquejar algunos inconvenientes. Las hojas con puntas secas es el síntoma más habitual. Pero lograrás evitarlo con algo de cariño. Las pulverizaciones frecuentes suelen funcionar: procura mojar solo las hojas (evita tocar las flores).
Temperatura adecuadaLos cambios bruscos de temperatura o las corrientes de aire son otro problema habitual para las plantas de interior, que suponen con frecuencia la pérdida de sus hojas.
Ya sabemos que estas plantas se encuentran cómodas dentro de cierta horquilla térmica (normalmente entre los 15 y 25ºC), aceptando algo de variabilidad entre el día y la noche o entre el invierno y el verano, pero no les gustan los cambios muy pronunciados.
Los radiadores o el aire acondicionado son factores importante a tener en consideración. Su proximidad puede exceder de lo admisible para ellas.
Con temperaturas elevadas es importante aumentar el riego y facilitar la humedad de las hojas
Si vives en un lugar frío, al marchar de casa quizás debas dejar la calefacción encendida. Y cuando dispongas de vacaciones, recuerda que las plantas se han de seguir regando. En “Cómo regar las plantas en verano si te vas de vacaciones” tienes varias sugerencias.
Cambio de maceta
El trasplante a una maceta mayor se hará inevitable con el crecimiento de la planta. Excepto en algunas especies, como la mencionada orquídea, no es bueno que las raíces se encuentren apretadas: tienden a enrollarse, al buscar cómo crecer, y acaban por ocupar todo el espacio, quedándose sin aire.
También al principio, recién adquiridas, es conveniente el paso a un recipiente más grande. Utiliza un sustrato adecuado: normalmente vienen con una base de turba, poco nutritiva y que si dejamos secar cuesta de volver a hidratar.
Abonar
Este punto está muy relacionado con el anterior. Las reservas en el sustrato se agotan pronto, sin embargo hay que seguir alimentando la planta.
Las carencias de nutrientes se harán evidentes si no se toman medidas (aquí tienes una guía de los síntomas reflejados).
Sobre todo es importante no fallarle a la planta durante la época de crecimiento, también durante la de floración.
Desde la primavera al otoño, puedes utilizar abono líquido (cada quince días), junto con el agua de riego. Atiende las indicaciones del envase: no te pases con la dosis o quemarás las raíces.
Otro fertilizante muy cómodo para macetas es el “granulado de liberación lenta“, pues abastece de lo necesario a las plantas y durante un periodo más prolongado (dos o tres meses).
5 plantas de interior resistentes y muy fáciles de cuidar:
Ficus benjamina (familia de las Moráceas)
Es un árbol originario del sudeste asiático que puede alcanzar más de diez metros de altura. Pero no te alarmes, se adaptará perfectamente a tu hogar; solo crecerá lo que tú la dejes crecer. La altura de tu ficus siempre dependerá del espacio que tengan sus raíces. Una maceta apropiada y una poda en verano de las puntas hará que la planta crezca en espesor y no en altura.
Poto
Scindapsus aureus o Epipremnum aureum (familia de las Aráceas)
Esta enredadera de hojas variegadas luce muy bien como planta colgante o haciéndola subir por un tutor.Quizás sea una de las plantas más vistas en nuestros hogares por su rusticidad.
No tolera las temperaturas bajas, por lo que, aquí en España, solo se utiliza en interiores. La debes colocar en un lugar bien iluminado pero sin luz directa, para que no pierda el atractivo contraste de sus hojas.
Pothos plateado o Poto
Scindapsus pictus (familia de las Aráceas)
Sus hojas son muy decorativas, aterciopeladas, de color verde mate y salpicadas de manchas claras. El rápido crecimiento y la longitud de sus tallos la hacen muy adecuada para colgar en maceta.
Sansevieria
Sansevieria cylindrica (familia de las Asparagáceas)
Verás que tiene un número reducido de hojas cilíndricas, erguidas en forma de abanico, que salen del mismo cuello de la planta. Su porte es bastante inusual, por lo que resulta fascinante y muy decorativa.Es una planta suculenta, todo terreno. Aunque prefiere los lugares cálidos y bien iluminados, se adaptará a cualquier circunstancia del interior de tu vivienda. También la puedes colocar en el exterior siempre que donde vivas no haya heladas.
Cheflera
Schefflera arboricola (familia de las Araliáceas)
La cheflera tolera bien el ambiente seco; pero, como otras plantas de interior, te agradecerá la pulverización de sus hojas de vez en cuando.Otra de las plantas de interior habituales en cualquier decoración es la Schefflera arboricola (muy llamativa en su forma variegada). Esta planta de interior se adapta bien a todo tipo de condiciones, colocándose incluso en el exterior en lugares de clima suave. Eso sí, el ejemplar lucirá con mejor aspecto situada dentro de casa, con una buena luz y siempre indirecta.
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