Como todos los meses desde el Centro Madrid Salud de Chamberí no ofrecen otra pildora más para contribuir a la sección de Salud y Bienestar. En esta ocasión nos hablan de:
La pandemia por el COVID ha ocasionado que las personas vivan en un estado de estrés y experimenten preocupación, incertidumbre, tristeza, soledad, ansiedad, aburrimiento, ira y miedo, entre otras emociones. Estas emociones pueden tener un impacto negativo en nuestros hábitos alimenticios y comer en exceso, con el fin de sentirnos mejor o utilizar la alimentación como vía de escape.
Comer es un comportamiento humano de lo más complejo en el que se deben considerar integralmente todos sus aspectos: desde los sociales y culturales hasta los psicológicos y emocionales.
La alimentación ha estado ligada a nuestras emociones de diferentes maneras; desde que somos niñ@s se establece una relación emocional con la alimentación, se ha condicionado con premios o castigos (premio con gominolas o castigo sin postre, por ejemplo). De adultos, celebramos alegrías con comidas (bodas, cumpleaños, reuniones familiares, encuentros con amig@s.…). La comida ya no tiene solamente un significado fisiológico, sino emocional y cobra un papel protagonista cuando nos sentimos bien y para sentirnos bien.
Hambre emocional vs hambre física
El hambre emocional o el comer emocional es utilizar la comida para sentirse mejor. Es decir, tratamos de satisfacer nuestras necesidades emocionales a través de la comida. “Cuando comemos por emociones, buscamos en la comida aquello que no podemos resolver de otra manera”
“Comedor Emocional” es aquel individuo que ingiere excesiva cantidad de alimentos según sus emociones, principalmente, bajo las emociones negativas
El primer paso debe ser “aprender a diferenciar entre el hambre física y emocional”. La primera surge de manera adaptativa y es una respuesta a la demanda de nutrientes o energía de nuestro cuerpo. La segunda, en cambio, no se puede saciar con comida. Su objetivo, “es calmar una emoción”, distinta en cada un@ de nosotr@s, generándonos un sentimiento de culpa porque, al sucumbir, nos hemos fallado a nosotr@s mism@s.
Hambre emocional:
· Se presenta de manera espontánea y urgente.
· Se acompaña de emociones intensas como estrés y ansiedad.
· Difícil parar de comer aun cuando ya te sientes lleno.
· Pensamiento obsesivo con algún alimento en específico.
· Sentimiento de culpa después de haber comido.
Hambre física:
· Se presenta de manera gradual.
· Se acompaña de señales físicas como sonidos estomacales, baja energía y dificultad para concentrarte.
· Capacidad de parar cuando ya estás satisfecho.
· No se busca un alimento en específico, se puede satisfacer con muchas opciones.
· No se acompaña con sentimientos de culpa.
Para combatir el hambre emocional hay
que identificar sus desencadenantes. Es clave reconocer cuándo, cómo, dónde, con quién aparece y porqué. Por eso, antes de correr a la cocina a comer, date un momento
y trata de identificar si lo que estas sintiendo es hambre física o emocional.
«BUEN ALIMENTO, MEJOR PENSAMIENTO.»
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