miércoles, 21 de abril de 2021

SOMOS CURIOSOS. LA CALLE DEL CODO



Calle del Codo, 75 metros de historia medieval y crónica literaria.

Sus escasos 75 metros de longitud y la forma que tiene, creando casi un ángulo de 90º llevaron al Marqués de Grabal a bautizarla con ese nombre a principios del siglo XVIII, por lo que pasar por ella supone regresar al Siglo de Oro Español.

Esta pequeña vía une dos de las plazas con más encanto de Madrid: la del Conde de Miranda y la de la Villa. Y puede presumir de albergar un espacio protegido por el entorno histórico artístico que la rodea: haciendo esquina con la Plaza de la Villa se encuentra la Torre de los Lujanes (perteneciente al siglo XV). 



En esa misma parte de la calle están también la Real Sociedad Económica Maritense de Amigos del País, la antigua Hemeroteca Municipal y la Iglesia del Corpus Christi, en la que se encuentra el Convento de las Carboneras, ya que la congregación guarda una imagen de Inmaculada Concepción encontrada en una carbonería y a la que se le atribuyen diversos milagros.

Además de eso, la calle fue fuente de inspiración para Arturo Pérez Reverte y su Alatriste, ya que el caballero protagoniza varios duelos en esta travesía.

Pero si hay algo por lo que la historia de esta calle ha llegado a nuestros días es por la figura de uno de los autores más destacados de la literatura española, Francisco Quevedo. 

Al parecer, el dramaturgo utilizaba la estrechez y la oscuridad de esta calle para orinar en ella cuando volvía de visitar las castizas tabernas de alrededor. 

Para más inri, el escritor siempre elegía el mismo portal de la calle, por lo que algún vecino cansado con la situación pintó una cruz con un mensaje: «No se mea donde hay una cruz». Sin embargo, el literato no frenó sus necesidades ante esta advertencia, sino que utilizó su agudeza contestando tal que así: «No se coloca una cruz donde se mea».



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