La leyenda negra y fúnebre que persigue al Viaducto de la Calle
Segovia no es fruto de la literatura, ni de los suspiros urbanos, atiende a una
realidad, a un dato objetivo que quizás muchos han pasado por alto.
Es rara la conversación en la que salga este escenario de Madrid
y no aparece, tarde o temprano, la palabra “suicidio”. Pero ¿Por qué? ¿Qué
tiene esta construcción para que, ocho días después de su inauguración,
en 1874, ya dos
personas decidieran arrojarse al vacío desde él? ¿Hay alguna fuerza misteriosa
y malvada que se ha apoderado de él desde sus orígenes? La verdad que no, os
explico.
Este
viaducto fue una necesidad de Madrid (planteada
e impulsada desde la Corte) quienes querían una solución arquitectónica para
poder ir desde el Palacio Real a la
Basílica de San Francisco el Grande de manera rápida.
Hasta
entonces, el problema lo encontraban en el denominado Arroyo de las Fuente de
San Pedro, que partía en dos la Calle de Segovia, abriendo una importante
brecha que impedía la comunicación entre los dos citados puntos. Para salvar
este desnivel se propuso construir este viaducto, dicho y hecho. Tras unos
meses de obras, el viaducto original con estructura de hierro, ya era real.
Es ahora
cuando nos tenemos que transportar a ese Madrid del último tercio del Siglo
XIX. Cuando en la ciudad no había casi ascensores (curiosamente el primer
elevador llegó a la capital el mismo año que el viaducto, en 1874). Esto hacía
que las viviendas no tuviesen demasiadas alturas, tres en la mayoría de los
casos. Esto hacía, también, que quizás, los suicidas más dubitativos no viesen
claro conseguir su propósito saltando desde un tercer piso (o cuarto en algún
caso).
Es entonces cuando, tras su inauguración, el viaducto de la Calle Bailén se descubre como una práctica y eficiente opción para este trágico fin. Sus 23 metros de altura lo hacían un precipicio letal y único en Madrid, en una ciudad de casas bajas y lo más importante, accesible a cualquiera.
Por esta cuestión de alturas, se empezó a
gestar la leyenda negra de este lugar de Madrid. Todo en la vida tiene una
explicación y este caso, no iba a ser menos.
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